28 de septiembre de 2010

Del amor al odio ...


La historia del asesino que mató por amar

  • A diez años de la tragedia que sacudió a Concepción, Francisco Suarez Concha revive los instantes previos en que convirtió en un homicida.

El frío del invierno penquista fue el acompañante de Francisco cuando comenzó a vagar por las calles. Era noche -lo recuerda bien- porque aún siente el destello que las luces de los vehículos de la avenida Los Carrera enceguecían su marcha, al mismo tiempo que la llovizna comenzaba a mojar su mejilla. De alguna manera eso sirvió para ocultar las lágrimas que caían de sus ojos color miel. Con una sola idea en mente siguió huyendo y un verbo su objetivo: Olvidar.

Los tragos y el tabaco ya le estaban pasando más de la cuenta, dicen que había fumado unos cuantos pitos de marihuana o que andaba jalado, pero eso es parte de los mitos que se tejen tras la figura de Francisco Suarez Concha. El arquitecto que el año 2001 mató por locura, mató por envidia, mató por escapar, mató por volver atrás, mató por pasión, mató por amar, mató por no enfrentar el presente.

Francisco y Amelia Erribarren llevaban 3 años de relación cuando él decidió oficializar todo. “Yo la amaba, la amaba con locura, ese fue mi problema…la locura”. Se conocieron en la Escuela Brasil y de ahí en adelante sellaron sus vidas juntos, la misma vida que años más tarde nunca pensó en quitarle a su amada de rubia cabellera y belleza indomable.

La angustia lo estaba consumiendo por dentro, cada paso que daba aceleraba el sufrimiento. Ahí fue cuando recordó lo que había visto frente a sus ojos horas atrás. Revivió esa última conversación que tuvieron caminando por el Parque Ecuador, esa que lo destrozó por dentro y aniquiló cuando ella le dijo que ya no podía más, que estaba saliendo con Tomás, su mejor amigo.

Dice que no quiere evocar la palabra que más detesta e irrita, que lo hace volver al pasado, la infidelidad, “Esta no es una historia feliz. Tampoco nunca lo intenté, pero al menos tengo una historia que contar”, dice Suarez Concha, a una década del día que lo transformó en uno más del Patio N°14 de la Cárcel “El Manzano” de Concepción.

Del amor al odio hay un solo paso dice el refrán, pero cuando el odio se convierte en homicidio calificado muchas cosas pueden suceder. “El amor existe, pero te mata. Al final uno ama que lo amen de vuelta y cuando eso no ocurre se te escapa todo de las manos”, grita casi con desesperación.

Hoy, a un mes de que se cumplan los 10 años sin libertad, tras las rejas. Entre las colchonetas arrimadas, con el olor de la olla donde prepara una grasosa cazuela, fuera de todo, sin familia ni amigos en quién confiar ni hablar, rodeado de delincuentes, lanzas y también otros como él, que mataron por amar más de la cuenta sentencia “No se puede vivir sin amor”.

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